Se trata de una reinterpretación radical del coupé británico de 1971. No solo es el primer Aston Martin firmado por el taller estadounidense, sino también es una obra que consumió más de 12,000 horas de trabajo artesanal para transformarse en un verdadero manifiesto de diseño, innovación y poder.
El Octavia parte de un DBS clásico, pero prácticamente cada pieza fue rediseñada. La carrocería en fibra de carbono conserva la silueta original de William Towns, aunque ahora luce líneas más esculpidas y proporciones musculosas gracias a un ensanchamiento de 8 pulgadas en el eje delantero y 10 en el trasero.
El resultado es un perfil “coke bottle” moderno que rinde homenaje al legado de Aston, pero con la agresividad que caracteriza a los Ringbrothers.
Bajo el cofre, la sofisticación inglesa cede espacio a la brutalidad americana: un V8 Ford Performance de 5.0 litros, sobrealimentado por un compresor Harrop de 2.65 litros, capaz de generar 805 caballos de fuerza en configuración de calle. Todo ello asociado a una transmisión manual de seis velocidades, una elección que mantiene la conexión purista entre máquina y conductor.
La ingeniería no se limita al motor. El Octavia se asienta sobre un chasis Roadster Shop Fast Track, acompañado de coilovers Fox RS SV, frenos Brembo de alto desempeño y rines de tres piezas desarrollados junto a HRE.
La rigidez estructural se reforzó con una jaula integrada y un ajuste meticuloso de la carrocería, lo que garantiza un manejo mucho más preciso y dinámico que cualquier DBS original.
El acabado estético también impresiona, gracias a su pintura Double-0 Silver con acentos en verde Nuclear Olive, detalles en aluminio billet y acero inoxidable fabricados mediante impresión 3D, y un interior que combina cuero plisado, fibra de carbono y componentes mecanizados en latón. Incluso los guiños humorísticos están presentes, como la tapa de válvulas con el emblema “Aston Martini” o la varilla medidora de aceite en forma de copa de martini.
