“Al salir de la secundaria entré a trabajar en CORSA y diez años más tarde, en 1983, vine a vivir a Estados Unidos para especializarme en mi arte del deporte motor. ¿Qué tal como resumen de los últimos 40 años?” Con esas palabras Héctor Cademartori hace una síntesis de su vida vinculada al deporte motor y al arte. Su talento, que durante mucho tiempo engalanó las páginas de La Única, le ha permitido ser uno de los artistas más reconocidos del mundo.
Hector Cademartori en su estudio.
“En realidad, y como se imaginará el lector, no fue ni tan simple ni tan fácil”, explica. “Originalmente todo empezó en 1967 cuando fuimos al cine Ideal con mi amigo Carlitos Verardo a ver el film Grand Prix (¿te acordás, Carlitos?) y quede inoculado para siempre. Recuerdo que fuimos a ver la película cinco o seis veces para poder concentrarnos en los detalles y en los fondos sin tener que prestar más atención al argumento. En la recepción del cine había un monoplaza, creo que era un Fórmula Junior desahuciado, sin motor ni volante, pero que a los ojos de un joven de 15 años era el Yamura de Pete Aron. De más está decir que inmediatamente empecé a llenar cuadernos con autos de carrera hechos en birome negra”, recuerda Nuni, como lo conocen sus amigos.
Un día, a principios de los ’70, Cademartori llegó a la redacción de CORSA (por aquellas épocas en la esquina de Leandro Alem y Paraguay) para mostrarles sus dibujos al maestro Héctor Bergandi, quien consideró que tenía potencial.
Fangio en la Alfetta camino a su primer título mundial en 1951. «Uno de mis favoritos», afirma el artista,
Héctor le presentó a Guillermo Mártire, director de la revista y quien por casualidad necesitaba alguien que se ocupara del archivo fotográfico. “Como yo, además, manejaba el inglés y me gustaba escribir, aumentaron las posibilidades de empleo. El golpe de gracia fue que también era aficionado a las motos y había necesidad de alguien que procesara esa información. Así entonces, a los 19 años, comenzó mi relación con esta publicación que nunca más se interrumpió”, afirma.
A mediados de los ’70, Bergandi y Cademartori abrieron un estudio de ilustración, aunque el joven periodista, fotógrafo y artista siguió ligado a CORSA como colaborador. Después se incorporó al estudio Jorge García, “uno de los más prestigiosos artistas argentinos de automovilismo”, y un día golpeó la puerta un joven de La Paternal fanático de los “fierros” con sus muestras de arte bajo el brazo. “Era Juan Carlos Ferrigno, quien desde hace 25 años reside en Barcelona y es reconocido internacionalmente”.
Los Cunninghams C4 de Fitch y Walters seguidos por el Jaguar C-Type de Phil Hill en una carrera en Elkhart Lake en 1952 antes de que se construyer el autódromo.
En 1983 Cademartori decidió irse a vivir a California con su esposa, Florencia Virasoro, y su hijo Eduardo de apenas un año. El motivo de esta decisión fue especializarse en su arte “ya que el mercado argentino, en aquellos años por lo menos, no era suficiente como para vivir únicamente del automovilismo”.
Héctor había conocido a Fred Belair, un argentino radicado en los suburbios de Los Ángeles desde mediados de los años ’50, embajador del deporte motor argentino en este país y quien le ofreció ayudarlo con el “aterrizaje”.
El Riley-Lexus de Ganassi Racing camino a la victoria en las 24 Horas de Daytona del 2008 con Scott Pruett, Memo Rojas, Dario Franchitti y Juan Pablo Montoya.
Fred siempre mantuvo su relación con Argentina y amigos como Juan Manuel Fangio, José Froilán González, Chiche Caldarella y Rafael Balestrini, que contaban con él cuando necesitaban algo de los Estados Unidos. “Estaba muy relacionado con el mundo de las dos ruedas y me presentó en este ambiente donde comencé a ofrecer mis servicios. Con esta base empecé a ir a las carreras, a visitar empresas y publicaciones y, lentamente, mi nombre se empezó a conocer iniciando mi carrera en estas tierras. Y el resto, como se suele decir, es historia”, explica Nuni.
“Hace unos años tuve una epifanía: a mí me gustan más las carreras que el arte. Así es. Llegué a la conclusión de que mi arte fue la herramienta que tenía para introducirme en el mundo de las carreras. Yo no era piloto, ni mecánico ni dueño de equipo ni soldador ni chapista, pero tenía mis dibujos y esto fue lo que usé para empezar en Argentina. Cuando llegué a Estados Unidos hice lo mismo, introduciéndome en el mundo de la competición”, reflexionó el artista.
A fin de año, Nuni les manda a sus amigos postales creadas por él mismo.
“Mi carrera en el mundo de los fierros está llena de satisfacciones y a cualquiera que quiera vivir sin trabajar un solo día de su vida le recomiendo que se busque un puesto en nuestra industria. Requisito indispensable: mucho entusiasmo. Aquellos que pretendan un horario de 9 a 5, abstenerse”, concluye Héctor, que no ha abandonado su hermosa costumbre de enviarle a sus amigos y conocidos postales de fin de año creadas por él mismo.