Desde 2014, Mercedes se ha quedado con cada uno de los campeonatos disputados por la Fórmula 1. Ya sea en los de pilotos o en los de equipos, la firma alemana alcanzó la gloria ininterrumpidamente desde la implementación de los motores turbo.
Particularmente, su marcada superioridad por sobre los demás conjuntos permitió una rivalidad interna que fue por demás intensa: la de Lewis Hamilton con Nico Rosberg. El británico, quien se adueñó de la mayoría de los títulos (2014, 2015 y 2017), sucumbió ante el alemán en 2016, el que sería el último año del hijo de Keke en la Máxima. La compleja relación entre ambos llevó a la generación de un ambiente difícil para todos los integrantes del equipo afincado en Brackley.
En declaraciones a Beyond the Grid, el podcast oficial de la F.1, Toto Wolff, director en aquel entonces y también en la actualidad de la escuadra teutona, reconoció que la situación “era como un volcán que en un principio comenzó a temblar pero que después entró eventualmente en erupción”.
Ello se debió a que tanto Rosberg como Hamilton “querían ganar el Mundial, ninguno de los dos era el número dos del equipo”. En este contexto, “cada controversia se convertía en algo más grande, y eso generó una gran distracción en el equipo”, tal como añadió Wolff.
Con el fin de solucionar los inconvenientes, el austríaco recuperó conceptos que le había brindado Alain Prost en 2014: “Tuve una charla con él y me dio un buen aprendizaje. Le pregunté qué había salido mal entre él y Senna, y me respondió que el mayor problema era la falta de transparencia por parte de McLaren. Nunca sabían cuál era la agenda del equipo, si estabas adentro o no, o si había una política en tu contra o no”.
Desde ese momento, "traté de implementar la máxima transparencia. A veces es algo incómodo, porque quizás dices cosas que el otro no quiere escuchar, pero con el paso de los años eso generó que nos conozcamos más, y que confiemos el uno en el otro. Esa verdad incómoda al final puede ser muy útil para lograr los objetivos”, concluyó Wolff.